Comerciante de la isla de Samos. Un día que Dexicreón se disponía a cargar su embarcación con todo tipo de mercaderías apareció Afrodita, que le aconsejó que no embarcara nada de todos aquellos géneros, y que sólo subiese a bordo la mayor cantidad posible de agua que se pudiese beber, y que se hiciese a la mar.
Estando ya a gran distancia de la costa, se produjo una situación desesperada para todos los barcos que navegaban por la zona, que se vieron inmovilizados durante largo tiempo, ya que los vientos cesaron de soplar totalmente.
No tardó mucho tiempo en escasear el agua potable entre los navíos, por lo que Dexicreón efectuó el negocio de su vida, vendiendo el agua que él llevaba almacenada a los demás barcos.
A su regreso a Samos erigió una estatua de la diosa en la isla, en agradecimiento.
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